Un deporte que podría considerarse no apto para todos, es el tenis. En México es uno de los deportes que no ha dado al país deportistas destacables; pero recordemos 1962, año en el que, la final del Grupo Mundial de la Copa Davis, era disputada por un mexicano.
Nacido en 1938, Rafael Osuna Herrara, iniciaba su carrera deportiva a los diez años, cuando se colgaba el título del Campeonato Nacional de Tenis de Mesa al ganar el Campeonato de Dobles de 1948, convirtiéndose así en el campeón más joven.
Entre 1948 y 1952 Osuna, se perfilaba entre los diez mejores clasificados en singles en la categoría abierta, pero su carrera no se limitaría al tenis de mesa, participó en la Liga Mayor de Basquetbol de México, siendo el más joven en hacerlo, su paso por la quinteta nacional lo llevó a formar parte de la selección, que representaba a México en los Juegos Panamericanos.
Sin embargo, a los 16 años decide seguir su camino por el tenis; durante sus estudios superiores, Osuna pulió su técnica y desde entonces su participación en competencias internacional era inevitable. En la edición de 1968 de los Juegos Olímpicos, Osuna se llevaba el título de dobles con Vicente Zarazúa y en individuales se disputaba la final con el alemán Ingo Buding.
Para 1963, la Federación Internacional de Tenis lo consideraba el jugador número uno del mundo, haciéndolo el único mexicano con este título. Es también el segundo mexicano que ha ganado un torneo de Grand Slam en modalidad single.
México necesita más tenistas cómo el pelón, pero, ¿qué le hace falta al deporte nacional?