Después de conquistar la Serie Mundial, junto con los Cachorros de Chicago, el cerrador cubano Aroldis Chapman regresa a los Yankees de Nueva York, por medio de un contrato por cinco años, el cual incluye una cláusula que le permite salir del equipo, al finalizar la tercera temporada.
Según diversos informes, dicho pacto tiene un valor de 86 millones de dólares, y confirma el protagonismo y el talento con los que Chapman apoyó a Chicago, para convertirse en campeones.
El zurdo Chapman fue adquirido por los Yankees el año pasado, procedente de los Rojos de Cincinatti, y se perdió los primeros 29 partidos de la temporada, debido a una suspensión, resultado de una acusación por violencia doméstica. El lanzador fue canjeado a los Cachorros de Chicago a finales de julio, y después de conquistar el título, se convirtió en agente libre.
A sus 28 años, Aroldis tuvo una marca de 4–1 y 36 rescates, con 1.55 de efectividad, en 59 partidos, que disputó con ambas franquicias. Los Yankees se interesaron tanto en recuperar al cubano que, para hacerle un espacio dentro del roster, Nueva York prescindió de los servicios de Nick Goody.
Algo real, es que el lanzallamas se mantuvo en el radar de varios equipos de las Grandes Ligas, antes de firmar con los Yankees; franquicias como los Marlins de Miami, mostraron un gran interés en el jugador, pero fueron los “Bombaderos del Bronx” quienes finalmente ganaron la partida.
Con la firma de este contrato, Chapman rompe el récord del contrato más caro para un cerrador, al superar los 50 millones, que formaron parte del contrato firmado por Jonathan Papelbon y los Philies de Philadelphia, en 2011.
Aroldis recibirá 11 millones de dólares, solo por estampar su firma en el convenio, y contará con un salario anual de 15 millones de dólares. En cuanto el contrato llegue a su fin, ambas partes contarán con la opción de renovarlo, después del 2019.
Es así como concluimos que existen excelentes jugadores dentro de la MLB, pero que los contratos han alcanzado límites económicos increíbles, a tal grado, que resulta difícil creer lo que están dispuestas a gastar las franquicias en las Grandes Ligas.
¡Chapman puede sentirse orgulloso!